Dicen los sabios de nuestro tiempo que dos y dos son cuatro. Que un zumo de naranjas y pomelos proporciona una buena dosis de vitaminas. Que la mezcla de buenos genes da como resultado una persona virtuosa. Pues lo mismo pasa si, por probar, mezclamos Gears of War y Product Number 3 (P.N.03 para los íntimos) y uno de los gurús de los videojuegos y padre de Resident Evil entre otros, Shinji Mikami, dirige el proyecto.
Pues bien, trabajando para los poseedores de esa tecnología, los EEUU, tenemos a Sam Gideon, miembro de la omnipresente DARPA, que con su traje ARS (explicaré tanta sigla más adelante) marcará la diferencia entre las tropas invasoras, conformadas por cientros de drones robóticos, y las fuerzas especiales americanas, dirigidas por un leonino Teniente Coronel Richard Burns. Y como es lógico, las cosas no serán ni tan fáciles ni tan tópicas como uno puede suponer. Ni yo voy a revelar más del argumento, pero esperad giros argumentales, drama y un buen toque de paranoia gubernamental.
EL ORDEN DE FACTORES...
En este caso prefiero empezar por la parte más importante de un juego. Y es que este Vanquish se merece una buena explicación ya que muchos pensarán, no sin demasiado desatino en un principio, que es un título prácticamente incontrolable. Imaginemos pues una mezcla de Gears of War, Devil May Cry y P.N.03, es decir, tiros tras parapeto, velocidad endiablada y ritmo burlesco. Y muchos dirán, “¿dónde me he metido?”. Pues es bien fácil: en un juegazo como la copa de un pino.
Digamos que la base del juego es sencilla: botones de disparo, ataque cuerpo a cuerpo, lanzamiento de granadas, cambios de armas, movimiento, puntería... y los dos que marcan la mayor diferencia: el botón que activa nuestro impulso (estilo cohete) y el botón contextual, que cambiará dependiendo de lo que tengamos delante. Mezclando estas acciones, podremos explotar las cualidades del famoso y atractivo traje ARS (Augmented Reaction Suit), que nos permitirá tanto golpear con fuerza inverosímil como efectuar acrobacias al son del archiconocido tiempo bala popularizado por la película 'Matrix'.
Dicho esto, lo que más evidente resulta es que el ritmo de juego es apabullante. Guiados por la música dinámica o por la presencia de toneladas de metralla, el desarrollo intercala zonas de tránsito salpicadas por algún que otro secretillo con batallas, obligándonos a atravesar pasillos, bosques o zonas de gravedad cero de clara inspiración Kubrick repletos de enemigos, a cada cual más mortal y peligroso. En ciertos momentos, ante los enormes “jefes” presentes en ciertos puntos, se sucederán choques programados entre nuestro personaje y los citados mastodontes metálicos. En estos momentos tendremos que pulsar el botón conveniente a tiempo para continuar una cadena de golpes que, finalmente, nos llevarán a la destrucción de nuestro adversario. Estos son, sin duda alguna, momentos muy especiales, incluso cómicos, en los que las piruetas, tirabuzones y movimientos imposibles nos harán plantearnos la sanidad mental del equipo que ha creado este juego.
Todo ello combinado nos hará experimentar una guerra libre, en la que podemos hacer lo que nos venga en gana, aunque siempre en escenarios cerrados que nos guiarán en nuestra misión, ya sea tomar un fortín, soportar emboscadas, rescatar aliados... Los problemas que ponen límite a este planteamiento los trae el propio traje, que en los momentos más críticos nos prestará un servicio mínimo, pero insuficiente para soportar envites o movernos con la soltura acostumbrada. Eso sí, tras unos segundos de enfriamiento podremos volver a repartir estopa con gusto y premura.
Y acorde con esta cadencia de juego tenemos toda una estética soportada por un motor de juego fantástico. Pocas pegas se le pueden poner al rendimiento conseguido en esta ocasión, que llevan al soporte visual de la casa Platinum Games y diversas aplicaciones como Havok, de físicas, a un nivel de exigencia sólo alcanzado por ciertos desarrolladores. Enfocado en la espectacularidad, podremos apreciar sin un ápice de lentitud ni problemas gráficos un entorno parco en ornamentos inútiles pero magnífico en diseño, con decenas de personajes en movimiento y bien detallados, con unas texturas bien definidas y un sistema de iluminación francamente bien trabajado. Y por si eso sonase a poco, la acción desenfrenada pondrá en pantalla cientos de efectos de partículas, luces dinámicas y explosiones que harán más abrumadora todavía la experiencia del jugador. Las escenas en 'tiempo bala' son ideales para apreciar todo el mimo dedicado a este juego, y será en esos momentos en los que podremos ver que hasta las balas, una por una, están representadas y son perfectamente visibles.
Lo peor de todo el apartado técnico es, sin duda, la inteligencia que muestran tanto compañeros como enemigos. En más de una ocasión dan ganas de quitárselos de enmedio, pero por suerte tenemos unos códigos éticos a la altura de las circunstancias... ¿no?
La música, de corte electrónico y épico, pasa casi desapercibida no por su falta de calidad, sino por que tanto disparo y tanta luminosidad concentran toda la atención. Con la banda sonora, todo el catálogo de sonidos, desde los casquillos chocando contra el suelo o las voces, están muy bien recreadas y en perfecto castellano, si bien es cierto que es difícil comparar. Es, simplemente, diferente, y cumple a la perfección con su cometido. Pese a que alguno de los actores de doblaje suenen demasiado... “chulescos”.
LO BUENO SI BREVE... ¿DOS VECES BUENO?
He aquí la gran pega del título. Duración más que escasa, y que se agrava por el disfrute y el reto que proponen las poco más de ocho horas de la aventura principal. Los demás modos de juego, consistentes en una serie de retos y un nuevo modo de dificultad, se antojan escasos. De todas formas, en este aspecto es comprensible la ausencia de un modo multijugador, dado el carácter explosivo y caótico de Vanquish.
La verdad es que esta lacra se prodiga demasiado en los juegos de acción de esta generación, y conociendo el coste de cualquier DVD en estos momentos, no estaría de más que todo nuevo lanzamiento ofrezca más tiempo de entretenimiento. Con la calidad de este nuevo Platinum no estaría de más una correspondencia en cuanto a cantidad.
La conclusión más clara a la que se puede llegar como buen jugón es cristalina: nos encontramos con un titulazo, un ejemplo de buen hacer que muchas de las grandes empresas deberían copiar, pero que se queda muy corto en la longevidad de su oferta. Cierto que su planteamiento es estereotípico, cansino en ciertos puntos, pero es algo que se puede achacar a cualquier juego de este género. El único gran “pero” es su falta de duración, y también resulta ser el único impedimento que puede competir con la calidad que desprende Vanquish. Si Sam Gideon nos prestase su traje...
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