23.12.10

Donkey Kong Country Returns, o cómo el gorila de lomo pixelado vuelve a su hábitat natural

Años ha, cierto empleado de una conocida firma de juegos de mesa tuvo una idea. En esencia, Shigeru Miyamoto había ideado para Nintendo la entrañable historia de amor entre la princesa Pauline y un fontanero llamado JumpMan que se veía truncada por la intromisión del inefable Donkey Kong, un gorila de mal temperamento ataviado con una corbata roja que secuestraría a la desdichada fémina y la llevaría a los lugares más inalcanzables de cuantos entornos se nos pasen por la mente. Gracias a esta iniciativa, la empresa pasaría de fabricar naipes a la que conocemos actualmente, y Miyamoto empezaría su camino hasta ser reconocido como el "gurú" de los videojuegos.



Pues bien, desde esa primera escaramuza han pasado ya 30 años, y ni el gorila es ya un joven de volubles ideas ni las historias que protagoniza su nieto son lo que eran. De las plataformas de toda la vida ha ido pasando por juegos musicales, puzzles, lucha... hasta que lo obvio resurgió: ¿por qué no devolverlos a su época dorada de saltos y locas aventuras?

EL RESURGIR DEL GRAN SIMIO

Ha tenido que ser gracias al incomparable triunfo de ventas y crítica de otro icono de los plataformas y compañero de fatigas de Donkey, Super Mario, por lo que Nintendo ha caído de la burra y ha devuelto a una de sus icónicas mascotas a su terreno. Y ante la falta de la malograda Rare, el desarrollador que lo llevó a sus mejores años, sólo podría adjudicársele tan ardua tarea a una empresa que hubiese dado fe de su talento. Viendo los resultados obtenidos con las nuevas aventuras de Samus Aran en la subsaga de tres iteraciones Metroid Prime, Retro Studios sería la afortunada.
En esta ocasión, las aventuras de Donkey Kong comienza tras el robo de su preciada reserva de bananas. Detrás de tan desdeñable acto están unas máscaras totémicas con vida propia y que subyugan a los habitantes de la isla en la que se desarrolla la acción a sus deseos. Una vez cometido el robo, comienza la acción.

AL RITMO DE LOS BONGÓS

Si conocéis los Donkey Kong de Super Nintendo, pronto os sentiréis como en casa con esta nueva entrega. El estudio tejano encargado de esta obra ha optado por retomar los estandartes básicos de la saga y renovarlos en pequeñas dosis, cosa que se agradece, y ha dejado de lado por esta vez el cambio radical que supusieron sus tres obras anteriores con respecto del original. Así pues, nos encontraremos con niveles separados y englobados en diferentes “mundos”, muy al estilo Super Mario Bros. Dentro de cada fase, el avance lateral se verá salpicado por decenas de cambios de profundidad, secretos invisibles a primera vista y triquiñuelas varias que impresionarán al más pintado.
Podremos encontrarnos desde pulpos gigantes que nos cortan el paso con sus tentáculos, barcos pirata tripulados por cangrejos sedientos de sesos de mono que nos bombardearán sin piedad o peligrosos cruces de obstáculos móviles que nos obligarán a ponernos serios. Y es que, al contrario en lo ofrecido por New Super Mario Bros, este DKCR nos exigirá mucha paciencia y destreza para superar los interminables retos y, si somos unos tiquismiquis, conseguir el cien por cien de los objetos coleccionables desperdigados por cada rincón del vasto mundo que tendremos que atravesar. Ya aviso de que más de uno querrá estampar su mando contra la pared en numerosas ocasiones, pero el que no es bueno... puede mejorar. Y si eso no es posible, el invento de la Super Guía nos echará una mano en los momentos más duros.
Con esto claro, lo más fácil será mencionar las diferencias que trae consigo este título. La primera y más obvia: el cambio de los sprites y renderizados 3D por auténticos gráficos en tres dimensiones y en tiempo real.

Quizás el aspecto de la impresión de quedar un poco deslucido, y si bien es cierto que algún que otro efecto más sería bienvenido, el espectáculo del que nuestros ojos serán testigos es más que notable. La estética conseguida hace años, redondeada y nítida, deja paso a un mundo de decorados angulosos pero debidamente adornados para que nuestras partidas se vean inmersas en un universo lleno de vida y de detalles minúsculos que una vez descubiertos nos harán esbozar muchas caras de complacencia. Numerosos tramos nos alucinarán con imposibles colinas coronadas por templos de apariencia maya o cavernas desquiciantes que a su salida acompañarán el sosiego de fin de pantalla con luminosos parajes de cascadas y soleadas playas tomadas por la verde jungla, aunque también se echa de menos alguna que otra localización a modo de “revival” repleto de nostalgia.

Por su parte, los kremlings clásicos han sido reemplazados por un extenso zoológico que nos podrá las cosas difíciles, pero que se quedarán en una anécdota al lado del desafío de mares de lava, columnatas en ruinas y oleajes odiseicos. No bastan las palabras para comentar lo gratificante que resulta que alguien se tome la molestia de crear juegos con un mimo semejante al que éste posee, por ello voy a dejar ya de dar la vara con este tema y seguir con otras diferencias notables.
A nivel de control, está claro que la detección de movimiento de la Wii tendría que ser aprovechada, y si bien a veces es algo ridículo, el agitar el mando se convertirá en nuestra mayor preocupación a la hora de atacar, soplar o aporrear el suelo. El manejo es limpio, aunque sí que es verdad que una cruceta de más calidad o incluso un stick no estarían de más para mayor comodidad.
Y la jugabilidad, si bien es clásica, contiene un par de nuevos elementos que llevan un poco más allá la sólida oferta de antiguos Donkey Kong. Uno de ellos es la ya mencionada profundidad de campo, que llevará a nuestro simiesco protagonista a planos más alejados de nuestro punto de vista, y que también es empleado para rizar el rizo en ciertos momentos, como en las carreras de vagonetas. Algunas fases nos complicarán las cosas con giros a lo montaña rusa, pretendiendo así confundirnos entre tanta trampa mortal. También se ha añadido una nueva posibilidad, la de trepar por ciertas superficies, que amplía las posibilidades de movimiento y de creación de escenarios. Personalmente agradezco esas ideas, por que demuestran que en Retro Studios no se han dejado llevar por el peso de este linaje videojueguil.

Por supuesto hay otras variantes, como carreras a lomos de un barril-cohete perseguidos por cientos de caricaturescos murciélagos, por poner un ejemplo, o la presencia ahora de un contador de golpes que podremos recibir antes de perder una vida, pero no se trata de desvelar lo que algunos considerarán una grata sorpresa al jugarlo ellos mismos.

UN “ALGO” QUE ME FALTA...

Es innegable que esta nueva entrega tiene una calidad desbordante, muchas ideas bien llevadas a cabo y un gran trabajo detrás, pero todo esto carece de la chispa, la cualidad exclusiva que lo hace brillar más que a otros juegos.
No será por modos de aventura, ya que podremos compartir el itinerario con otro jugador o tratar de superar carreras contrarreloj en los ya de por si abrumadores niveles. Ni puede decirse que la factura técnica no cumpla con las expectativas (esas fases bicolor a contraluz son una delicia), o el apartado sonoro carezca de calidad con esos temas sacados directamente de los Country originales. Pero hay un algo, un punto de excelencia que no se consigue en estos tiempos. Será que la industria ya ha pasado su etapa de negocio artesanal y ahora está volcada en un mundo de tremenda competición por ser los mayores vendedores, y es ese extra de cariño el que nos deja con unos puntos suspensivos una vez nos acabamos la aventura que hayamos elegido.



Hecho este pequeño paréntesis lleno de morriña, todo hay que decirlo: Donkey Kong Country Returns es lo que muchos estaban pidiendo a gritos. Un plataformas puro que no pasará a la historia como el mejor de su género, pero que a día de hoy no tiene rival en su categoría. Rebosa creatividad, estilo de la vieja escuela y diversión, y que muchos disfrutarán por ser el merecido sucesor de una leyenda tan grande como es el otro rey de los gorilas.

Y como postdata, se agradece muy positivamente que en un mundo dominado por la violencia gratuita (e inofensiva sin lugar a dudas) sigan triunfando los valores de siempre, las historias para toda la familia y los contenidos más "light". Que ya está bien de Call of Duty, Halo y GTA (siento la referencia, pero es lo que todos conocen). Por mi parte, chapeau.

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