¡Ojo! Contiene SPOILERS para quien no haya visto el capítulo.
Una carretera desierta. Una gasolinera vacía. Coches siniestrados y cadáveres por doquier. Rick oye unos pasos y ve a una niña que deambula desorientada. Un rayo de esperanza. Llama a la niña; ésta se da la vuelta y nos muestra su piel reseca, su trozo de carne arrancado, sus ojos inyectados en sangre. La esperanza se evapora y Rick, resignado, vuela los sesos de la joven.
'The walking dead' (TWD, para abreviar) ha levantado tantas expectativas como reticencias durante los meses de su gestación. Las segundas venían de los seguidores del cómic en que se basa, temerosos de que los artífices de la adaptación no tuvieran agallas para mostrar en toda su crudeza las situaciones de extrema violencia que se dan en las viñetas. Por supuesto, todavía es pronto para saber quién tendrá la razón; de hecho los momentos más duros del cómic se dan en momentos de la historia a los que no llegará esta primera mini-temporada. Pero no cabe duda de que arrancar el piloto con la secuencia antes descrita, que además no pertenece al material original, es una excelente declaración de intenciones. Parece que Frank Darabont estuviera diciendo a los escépticos del mundo: "Tranquilos, no nos vamos a cortar un pelo".
TWD nació para darnos alegrías y sólo alegrías. TWD (el cómic) alegró a todos aquellos lectores que, en 2003, descubrieron "la película de zombies que nunca acaba", en la que Robert Kirkman, su creador, manifestaba su deseo de "explorar cómo la gente se enfrenta a situaciones extremas y cómo esos acontecimientos los CAMBIAN". Han pasado siete años desde entonces y TWD ha alegrado mes tras mes a una horda creciente de lectores que han comprobado que Kirkman ni mentía ni exageraba, y sobre todo, que sabe de lo que habla cuando se refiere a "situaciones extremas". No incluiré spoilers para quien no siga la serie original, pero quien esté al día con la misma sabe a qué me refiero. TWD es, en esencia, una historia de supervivencia a cualquier precio, supervivencia reducida a su concepción más primaria, la del instinto. La historia de unos personajes que, en una sociedad desmoronada, tratan de hacer valer ese instinto mientras observan con horror como éso les lleva a perder inevitablemente su humanidad.
TWD (el piloto para TV) me alegró a mí y a todas las personas que conozco que lo han visto, tanto los que leyeron el cómic como los que no. A los segundos, porque se encontraron ante una excelente historia de muertos vivientes, por no decir la mejor que se haya hecho nunca para televisión (con permiso de 'Dead set'), con una historia tan simple como bien narrada, con un guión lleno de momentos de tensión y dramatismo, con unas interpretaciones excelentes y, sobre todo, con una factura sobresaliente incluso para los altos estándares de la televisión estadounidense actual. A los primeros, los fans del cómic, porque han visto disipados sus miedos. Kirkman había manifestado repetidas veces su entusiasmo ante esta adaptación; ahora vemos que tampoco en esto mentía. La serie es tal y como cualquier lector del original hubiera deseado: La ambientación, los personajes, los zombies... todo está en su sitio, y todo es como debe ser. Nada falta, nada sobra. Hay añadidos a la historia, pero éstos, lejos de desmerecer a la historia, la expanden y la enriquecen, aportan nuevos e interesantes matices. El momento difícil que atraviesa la relación de Rick y Lori antes de que éste reciba el disparo. El drama que vive Morgan al no ser capaz de sacrificar a su mujer, que merodea sin vida alrededor de su casa. La aventura que viven Lori y Shane, apuntada en el cómic sólo como un desliz de una noche. En toda adaptación al cine o la televisión de un medio impreso, existe el temor de los fans a que falte parte del original, a que desaparezcan aquellos pequeños detalles que hicieron de la obra algo genial. En este caso ocurre al contrario, el piloto supera al #1 del cómic y, de seguir así, con ese mimo por la historia, con esa voluntad de expandir el universo ideado en las viñetas, podemos estar ante algo muy grande.
TWD (el cómic) ha alegrado a Robert Kirkman, pues le ha dado un éxito económico y de público inéditos en su carrera. TWD (el piloto) ha alegrado a Frank Darabont, que ha superado la prueba más complicada de todas: la de satisfacer a los fans. Ha alegrado a cinco millones de espectadores, que han seguido la premiere por televisión (y a otros tantos que lo han descargado de Internet). Y ha alegrado, qué duda cabe, a AMC, la cadena que lo ha producido, que ha visto como su arriesgada apuesta tenía el mejor estreno de su historia y que ha renovado ya para una segunda temporada (esperemos que más larga que la primera).
TWD sólo nos ha dado alegrías y por el momento parece que seguirá siendo así. El cómic está en su mejor momento y Kirkman no da muestra alguna de agotamiento; La serie ha empezado de la mejor forma posible y ahora que tiene ganado al público y a la cadena, lo tiene todo a su favor. No se que más añadir, salvo que espero con ansias el siguiente tomo de la edición impresa (el #12 en España) y el segundo capítulo de la serie (que se emitirá en EEUU el próximo domingo).
David.
No voy a poder dejar comentarios en las próximas críticas que le hagáis a TWD porque me requieren para trabajar en un lugar sin Internet, sin electricidad, sin apenas seres humanos. Pero me desquito escribiéndoos el primer comentario de este blog.
ResponderEliminarCreo que la serie va a ir por lugares muy distintos a los del cómic, sobre todo a raíz de ver el segundo episodio e intuir por dónde van a ir a los tiros en cuanto a desarrollo de personajes. Eso puede ser bueno si nos sacudimos prejuicios de encima. De momento, el color ya es una cosa que le da una dimensión totalmente distinta (pocos lo han comentado todavía), a pesar de que muchos ven que la estética es bastante fiel a la del universo de Kirkman.
Umm, me gustaría comentar muchas cosas pero no tengo tiempo. Caray. Por fin voy a estar realmente ocupado.
Larga vida a los muertos y a este blog.